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¿CÓMO ADORAR A DIOS EN EL TRABAJO?

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Todos trabajamos. Tengas un sueldo cada mes o no, tienes trabajo que hacer. Algunos lo hacen desde la oficina, otros en el campo, y otros dentro de su casa. Algunos diseñan estrategias de ventas, otros construyen casas, y otros educan niños. Los seres humanos fuimos creados para crear. Reflejamos a nuestro Hacedor cuando administramos, sostenemos, y nutrimos.

Pero para muchos, la alarma del lunes es el sonido más horrendo del mundo. La monotonía de las actividades cotidianas es una prisión de la cual estamos desesperados por escapar. Trabajamos porque tenemos que trabajar, pero si nos dieran la opción, preferiríamos estar haciendo otra cosa. Cualquier otra cosa.

En el libro “Trabajo y redención”, Tom Nelson nos ayuda a ver cómo es que nuestro trabajo —sea cual sea— puede ser un instrumento para traer gloria a Dios y bien a los demás. Comparto contigo cinco cosas que aprendí leyendo este libro.

1. Fuimos creados para trabajar.

“Los seres humanos no fuimos creados para hacer nada; fuimos creados para trabajar. […] Fuimos creados para ser mayordomos, para cultivar la creación y cuidarla; y somos comisionados por Dios para nutrir, conservar y proteger Su creación” (p. 16, 21).

Una cosa es levantarte cada día pensando “solo debo soportar 8 horas de esto” para conseguir tu sueldo al final de mes, y otra es abrazar la idea de que tienes una misión: ser mayordomo de la creación del Señor. Fuimos hechos para adorar a Dios y servir a nuestro prójimo, incluso mientras trabajamos.

2. Si queremos entender el trabajo, debemos entender el evangelio.

“No habrá una buena noticia con respecto al trabajo sin la buena noticia del evangelio, ya que el evangelio es el poder transformador que nos cambia” (p. 55).

Si queremos entender cómo es que realmente nuestro trabajo —por sencillo que sea— tiene propósitos eternos, necesitamos entender primero el evangelio. No se trata de meramente tener una “actitud positiva” y verle el lado amable a lo que haces para ganarte la vida. Necesitas que Dios abra tus ojos a lo que Cristo hizo por ti y cómo eso repercute cada área de tu vida, incluyendo tu trabajo.

Ahora eres libre para dar tu vida por los demás, porque Jesús dio su vida por ti. Eres libre para hacer el bien a los demás, porque Cristo ya hizo el bien mayor para ti.

3. Tu trabajo (el que sea) tiene propósito.

“Sea cual sea tu trabajo, por más ordinario que parezca, puede ser un trabajo extraordinario, rebosante de importancia y propósito si lo haces bien y para la gloria de Dios” (p.85).

Cuando lees que los humanos fuimos creados para “para nutrir, conservar y proteger la creación” quizá te imaginaste a un granjero o jardinero. Sin embargo, tú y yo podemos ser mayordomos haciendo toda clase de actividades.

Cambiar aceite o pañales, diseñar ropa o campañas publicitarias, escribir leyes o novelas… toda actividad puede ser hecha para la gloria de Dios y el bien de los demás. Debemos dejar de pensar que para que nuestro trabajo sea de impacto tiene que ser en una posición de gran liderazgo y visto por muchas personas. El hombre que barre la calle con excelencia para que los pequeños puedan jugar en un vecindario limpio contribuye a la mayordomía de la creación, así como el alto ejecutivo que produce muchos recursos económicos para el bien de los más necesitados.

El hombre que barre la calle con excelencia para que los pequeños puedan jugar en un vecindario limpio contribuye a la mayordomía de la creación.

4. Tu trabajo es para los demás.

“Como seguidores de Jesús, una de nuestras responsabilidades primarias es ser guardianes de nuestros hermanos, y una de las principales formas en que cumplimos ese mandato es a través de nuestras vocaciones” (p. 128).

Quizá entiendes que tu trabajo —como todo lo demás— debe ser para la gloria de Dios. Pero eso no es todo. Tu trabajo también es para el bien de quien te rodea. Como escribió Lutero (Wingren, Luther on Vocation, 10), “Dios no necesita nuestras buenas obras, pero nuestro prójimo sí”. ¿Cómo estás siendo de bendición para tu prójimo desde tu escritorio?

5. Tu trabajo no es tu identidad ni tu plenitud.

“La Escritura nos dice que el verdadero contentamiento no se encuentra en la acumulación de riquezas materiales o en una profesión satisfactoria, sino en una relación satisfactoria e íntima con Cristo” (p. 190).

A veces creemos la mentira de que si tan solo trabajáramos en ese puesto, si tan sologanáramos esa cantidad de dinero… entonces estaríamos satisfechos y podríamos concentrarnos en servir a Dios y a los demás.

Ningún salario o posición podrá jamás satisfacer tu corazón. Siempre querrás más. ¿Por qué? Porque fuiste hecho para encontrar tu plenitud en el Dios del universo; ¡ningún trabajo puede compararse a Él! Busca conocer y disfrutar de quien Señor es, y verás como empiezas a disfrutar también del trabajo que Él te ha confiado.

Puede ser que Dios te dé el trabajo que tanto sueñas… y puede que no. Con todo, Él es sumamente bueno y te da todo lo que realmente necesitas en Cristo Jesús. ¡Él es nuestra recompensa! Trabajar con gozo es una manera de expresar adoración por todo lo que ya nos ha sido dado.

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Autora: Ana Ávila.

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Vida cristiana

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