¿CUÁL ES EL MANDAMIENTO MÁS REPETIDO EN LA BIBLIA?
¿Cuál crees que es el mandamiento más repetido en la Biblia?
No es ninguna prohibición o advertencia. No se trata de sexo, dinero o poder. El mandamiento que más se repite en la Biblia probablemente te sorprenderá: sé feliz.
Dios nos dice más que cualquier otra cosa, en diferentes formas, “alaben al Señor”, “no tengan miedo”, “regocíjense” y “den gracias”; todos los cuales son mandatos, en esencia, a ser felices.
No te apresures en pasar esto de largo. Reflexiona en ello: más que cualquier otra cosa, Dios nos manda que seamos felices.
Dios quiere que seas verdaderamente, profundamente feliz. No solo algún día en el cielo. No cuando las circunstancias toman una buena dirección. No cuando el sufrimiento o la oscuridad finalmente se van. Dios quiere que gustes el verdadero gozo hoy. Ahora.
De ningún modo quiero quitar la importancia de las pruebas por las que quizá estás pasando. El sufrimiento puede estar opacándolo todo, el dolor puede casi hundirnos, el temor por poco paralizarnos. La Biblia es tan real como la vida.
Dios nos habla mucho del pecado, del dolor, de la aflicción, de la traición, del fracaso, del miedo, del horror y de la miseria. Pero si puedes creerlo, el tema predominante de Dios es el gozo.
Dios quiere que conozcamos el tipo de esperanza que tiene el poder de producir gozo en nosotros, incluso en lugares dolorosos. Repetidamente, él nos manda a ser real, verdadera y profundamente felices.
¿Por qué Dios reitera esto?
Cuando Dios repite algo, presta atención. Repetición implica importancia.
Esto no significa que los mandatos más repetidos son, necesariamente, los más importantes. Sabemos por medio de Jesús que los mandamientos más importantes son que amemos a Dios con nuestro corazón, alma, mente y fuerzas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mr. 12:29-31).
Pero que algo sea más repetido significa ciertamente que es algo importante. Y si estamos cuidadosamente prestando atención, reconoceremos que los mandatos más repetidos son medios de obedecer los mandamientos más importantes.
Eso amerita ser repetido por lo importante que es: los mandamientos más repetidos de Dios son maneras de obedecer los mandamientos más importantes de Dios. Esto es asombroso.
Hay una conexión directa entre estar amando a Dios supremamente, amando a otros como a nosotros mismos, y siendo auténticamente felices. No sacrificamos lo uno por lo otro. Cuando Dios nos manda a amarlo con todo lo que somos, o a amar a otros con el mismo cuidado y preocupación y gracia y compasión y paciencia con el que nos amamos a nosotros mismos, él no nos está mandando a sacrificar la real, duradera, verdadera, satisfactoria felicidad.
Él nos está mandando a perseguir nuestra real, duradera, verdadera, satisfactoria felicidad.
¿Es esto verdad? Examinemos cuatro de los mandamientos más repetidos en las Escrituras y preguntémosle a Dios qué quiere realmente de nosotros.
“Alaben al Señor”
Cuando Dios nos manda a alabarlo, ¿qué es lo que quiere? Sabemos que no quiere un culto vacío con nuestros labios mientras nuestros corazones se desvían hacia otros lugares (Is. 29:13). Él nos está mandando a que lo veamos a él, a través de lo que nos ha revelado sobre él mismo, hasta que veamos algún aspecto de su gloria que transcienda las cosas insignificantes o corruptas que se encuentran clamando por nuestra atención ahora mismo (gloria que produce un gozo lleno de admiración que nos hace inevitablemente expresarlo en alabanza).
Nuestra alabanza llena de alegría no solo glorifica a Dios y le da placer, sino que también amorosamente apunta a otros hacia la misma gloria que estamos viendo y la misma alegría que estamos sintiendo – porque siempre elogiamos (ante otros) lo que nos alegra. Dios nos manda a amarlo, amar a otros y ser felices.
“No tengan miedo”
Cuando Dios nos manda a “no tener miedo”, ¿qué es lo que quiere? Él quiere que meditemos en algunas promesas que nos ha hecho hasta que experimentemos que los efectos paralizantes del temor se desvanezcan y nuestro coraje se eleve.
Esta audaz, feliz confianza en Dios no es solamente una expresión de amor confiando en él; sino que también nos hace sentir amorosamente abiertos a otros y a alentarlos porque estamos llenos de esperanza en Dios. No podemos evitar querer consolar y alentar a otros con el consuelo y coraje que hemos recibido de Dios (2 Co. 1:3-4). Dios está mandándonos a amarlo, amar a otros y ser felices.
“Regocíjense”
Cuando Dios nos manda a regocijarnos, ¿qué es lo que quiere? Él quiere que recordemos que sin importar qué suceda, nada nos separará de su amor omnipotente por nosotros en Cristo (Ro. 8:38-39), que él nos librará de toda mala obra y nos traerá a salvo a su reino celestial (2 Ti. 4:18).
Expresamos nuestro amor por Dios mientras descansamos fielmente en su reinado soberano sobre todas las cosas (las dulces y las amargas) y amamos a otros mientras los ayudamos también a fielmente descansar en el reinado soberano de Dios.
“Den gracias”
Cuando Dios nos manda a darle gracias, ¿qué es lo que quiere? Como John Piper dice, Dios no está tras la clase de gracias que un niño de 6 años es forzado a decirle a su abuela después de recibir medias negras para Navidad.
Dios quiere que veamos más allá de las cosas que nos frustran, enojan, decepcionan, desalientan, entristecen y deprimen, y que veamos su gracia (su completamente suficiente y abundante gracia) la gracia fluyendo hacia nosotros ahora mismo, sean cual sean nuestras circunstancias (1 Ts. 5:18).
Cuando vemos su gracia y confiamos en sus sabios propósitos, agradecimiento amoroso se eleva hacia él y desplaza nuestras emociones negativas, pecaminosas y de queja, reemplazándolas con paz. Y esta paz inspirada por gratitud amorosamente desborda hacia todos los demás con quienes interactuamos, a menudo ayudándolos a superar sus propias tentaciones a quejarse. Dios nos está mandando a amarlo, amar a otros y ser felices.
Código secreto
Una vez que nos ponemos estos lentes, empezamos a ver que este código secreto está contenido en todos los mandamientos de Dios, no solo en los más repetidos: obediencia llena de fe nos conduce al gozo. Dios solo manda a su pueblo lo que les traerá suprema felicidad. Por eso, para aquellos que descubren el secreto, “sus mandamientos no son gravosos” (1 Jn. 5:3). David descubrió este secreto y estalló en una canción de amor hacia los mandamientos de Dios:
La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma; el testimonio del Señor es seguro, que hace sabio al sencillo. Los preceptos del Señor son rectos, que alegran el corazón; el mandamiento del Señor es puro, que alumbra los ojos. El temor del Señor es limpio, que permanece para siempre; los juicios del Señor son verdaderos, todos ellos justos; deseables más que el oro; sí, más que mucho oro fino, más dulces que la miel y que el destilar del panal. Además, tu siervo es amonestado por ellos; en guardarlos hay gran recompensa (Sal. 19:7-11).
Los mandamientos de nuestro Señor son mucho más deseables que el oro porque nos traen más felicidad que el oro. En guardarlos hay mucha mayor recompensa que el oro: amorosamente, disfrutando, admirando, alabando, agradeciendo y regocijándonos en Dios para siempre (Sal. 16:11).
Por eso Dios ha llenado la Biblia con repetidos mandamientos a alabarlo, a no temer, a regocijarse siempre y a dar gracias siempre, y todos los otros mandamientos que nos conciernen. Él quiere que seamos felices. “Y el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Ro. 15:13). Hoy. Ahora. Y para siempre.
Autor: Jon Bloom.
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