¿CÓMO DEBEMOS AMAR A NUESTRA ESPOSA?
Posiblemente no exista palabra que en la actualidad sea más degradada que la palabra ‘amor’.
Obviamente muchas personas no tienen idea de su significado. Quizás el mundo nunca haya usado con tanta libertad palabras amorosas; sin embargo, nunca ha habido tanta carencia de amor.
Cada uno se dirige al otro usando expresiones cariñosas; se utilizan todos los superlativos. Personas que apenas se conocen se tratan con términos de ternura; sin embargo, carecen de contenido.
Por eso si se presta atención a la forma de hablar de las personas, pensará que son los más grandes amantes que el mundo haya conocido, cuando en realidad nada saben del amor y muy bien pueden estar divorciados al día siguiente.
Por alguna razón se ha difundido la idea de que el amor es un tema del cual se debe hablar, y del cual se debe cantar. Es aquí donde los poetas pueden ser tan peligrosos. ¿Han notado alguna vez el extraordinario contraste entre las cosas que los poetas cantan en sus poemas y sus vidas cotidianas? ¿Acaso no es trágico que eso pueda ser cierto en personas que tienen la habilidad de escribir palabras tan hermosas y maravillosas sobre el amor?
Cuando se leen las biografías de esos hombres, se siente impresionado, asombrado, y cree que los hechos reales no pueden ser posibles. Es porque ellos nunca han entendido el significado del amor. Ellos lo consideran como un asunto teórico, como algo muy hermoso, pero la verdad sobre el amor es que se trata del asunto más práctico del mundo.
Esa es la enseñanza de nuestro Señor. «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama» (Jn. 14:21). ¡Qué prosaico suena esto con todo nuestro así llamado concepto romántico del amor! Por supuesto, no es de ninguna manera romántico; es ridículo, es sentimental, es carnal. ‘Esto es amor’ dice Cristo, ‘que una persona guarde mis mandamientos’.
Porque en el análisis final nuestro amor no será probado por lo que usted y yo digamos; es lo que hacemos. Ciertamente éste es el asunto esencial en la relación entre el marido y su mujer. No se trata de que una persona pueda escribir hermosas cartas, usar grandes expresiones y grandes declaraciones de amor; la prueba del amor del hombre es su conducta en casa todos los días.
No se trata de lo que él fue antes de casarse, ni de lo que es durante la luna de miel, ni de lo que es durante los primeros meses de la vida matrimonial. La cuestión vital es ésta, ¿Cuál será su comportamiento cuando surjan problemas y dificultades, pruebas, enfermedad, y cuando entre a la edad ya más adulta y luego venga la ancianidad?
Muchos matrimonios se rompen porque las personas desde el comienzo no comprenden el significado del amor. Recuerde como lo describe el apóstol en 1 Corintios 13 donde acentúa su carácter esencialmente práctico. El nos dice que el amor se abstiene de hacer ciertas cosas, que hace otras, y finalmente lo resume todo diciendo, ‘el amor nunca deja de ser’.
Esa es la Prueba del amor. Si desea comprobar si el amor de un hombre a su esposa es lo que debe ser, no escuche lo que dice, observe lo que hace y lo que es. Allí está la prueba.
Todo eso lo expresa el apóstol aquí y lo hace de una manera por demás sorprendente. ‘Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia’. ¿Cómo sabemos que él amó a la iglesia? Aquí está la respuesta: ‘Y se entregó a sí mismo por ella’.
Pero el apóstol no se detiene allí. ‘Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha’.
Autor: Martyn Lloyd Jones.
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