INTEGRIDAD Y SANTIDAD PERSONAL
¿A veces te esfuerzas por diferenciar entre la iglesia y el mundo?
La iglesia es ahora tan adepta a comprometerse con el mundo que ha olvidado cómo ser inflexible.
Muchos feligreses modernos han dejado que la cultura influya y corrompa sus valores, gustos y prácticas – difuminando las líneas entre el pecado y la justicia, y la claridad de la verdad de Dios.
Pero imitar y buscar al mundo no es el plan de Dios para su iglesia. De hecho, las Escrituras nos llaman a lo contrario del compromiso. De un extremo de la Biblia al otro, Dios claramente manda a su pueblo a vivir separado del mundo.
Cuando Dios estableció a Israel como nación, construyó en la vida diaria de los israelitas el principio de la separación del mundo. La ley y sus observancias religiosas a lo largo del año sirvieron como salvaguardias para evitar que, como pueblo único (Deuteronomio 14:2), se mezclaran con los paganos.
De la misma manera, Dios llama a todo su pueblo a estar separado del mundo (1 Pedro 2:9) – no sólo por causa de la separación, sino por causa de nuestra pureza y el testimonio de su verdad. El Señor no compromete Su Palabra, y nosotros necesitamos estar comprometidos con ella también.
Ante un mundo impulsado por el compromiso, los creyentes deben ser personas íntegras. Necesitamos aferrarnos a la verdad de las Escrituras y vivir vidas que refuercen nuestros testimonios – no ponerlos en duda.
Por supuesto, la presión para llegar a un compromiso viene de dentro y las presiones externas sólo manifiestan nuestras debilidades internas.
Claramente hay una correlación directa entre la integridad y la santidad bíblica. Una vida consistentemente justa es el escaparate de la integridad de uno porque revela su compromiso de amar y obedecer a Dios.
A través del trabajo continuo del Espíritu en tu vida, estás evidenciando el poder transformador de la Palabra de Dios – tu santificación es un testimonio vivo de la obra de Dios en ti, y un aspecto clave de Su obra a través de ti en las vidas de otros.
Por lo tanto, si queremos ser hombres y mujeres íntegros, debemos ser también hombres y mujeres de santidad. Y eso requiere una completa diligencia y atención hacia todos los aspectos de la santificación, incluyendo el área vital de la santidad personal.
Autor: John MacArthur.
Categorías