MENTIRAS QUE CREEN LAS MADRES: MI HIJO ME DEBE
¡Apenas podía creer la historia tal y como me la habían contado! Parece que una familia había adoptado y criado a un niño. Los padres habían proporcionado las cosas promedio que una familia ofrecería a un niño: un hogar, comida y una familia.
Nadie sabía que a lo largo de todo el camino, los padres mantenían una nota mental de todos sus actos para que en el futuro, pudieran “cobrar” por ellos. Sentían que su hijo debía estar en deuda con ellos por todo lo que habían hecho por él.
Una noche, mientras este hijo ya adulto dormía en su casa, sus padres vinieron, abrieron la puerta del garaje, tomaron sus pertenencias y las arrojaron en el coche que los esperaba.
Escuchando un ruido afuera, el joven fue a preguntar sobre lo que estaban haciendo. Su respuesta fue: “¡Nos lo debes!” ¡Se sentían con derecho a su robo debido a la cuenta mental que habían mantenido a lo largo de los años!
Como mamás, podemos leer ese relato y jadear por su sinceridad y falta de amor y servicio, pero me temo que podemos ser culpables de “tirar la puerta del garaje hacia arriba” y hacer demandas sin poner nunca una herramienta o una silla de jardín en la parte de atrás de nuestro maletero abierto. Yo lo llamo ser una “Mamá Hipotecaria.”
Hipotecar algo significa poner bajo obligación anticipada. En este caso, una madre pone a su hijo bajo obligación simplemente porque ella es la madre. ¿Por qué necesitamos proteger nuestros corazones contra tal actitud tanto ahora como a medida que nuestros hijos envejecen? Porque no es la actitud ni la voluntad de nuestro Padre Celestial, y nunca debe ser nuestra tampoco.
Algunas de las maneras en que usted y yo podríamos estar tentados a seguir el ejemplo de estos padres depredadores al principio de este post podrían ser las siguientes. Podemos convertirnos en “Mamas Hipotecarias” cuando nosotras:
Retenemos Amor
Le negamos el amor a un niño porque ha pecado contra nosotros. No extendemos nuestros brazos abiertos y tierno perdón incluso antes de que ellos nos lo pidan. Este es el tipo de amor que Dios tiene hacia nosotros. Romanos 5:8 Mientras aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Primero ame.
Mostrar Favoritismo
Mostramos favoritismo hacia un niño que se parece más a nosotras. ¿Recuerdan a Jacob y Rebeca cada uno mostrando favoritismo hacia uno de sus hijos gemelos (Génesis 27)? ¡Esto trajo división y penurias a su familia! El amor es el mismo. Ame mucho.
Hacer Demandas
Hacemos demandas a nuestros hijos en nuestra casa y lo precedemos con las siguientes palabras: “Después de todo lo que he hecho por ti, lo menos que puedes hacer es __________ (limpiar tu habitación, respetarme, estar agradecido, obedecerme, etc.). Dios no nos ama por lo que hacemos, sino simplemente por lo que Él es. Un niño nunca debe sentir que necesita hacer algo para ganarse nuestro amor. Ame incondicionalmente.
Esperar Erróneamente
Ponemos expectativas en nuestros hijos adultos que han dejado el hogar. ¡Creo que este puede ser el más común, y quizás el más difícil! Estos son pensamientos elevados con los que soñamos cuando nuestros hijos crecen, cosas como el venir a casa a pasar cada día festivo con nosotros, llamarnoS el Día de la Madre, enviarnos tarjetas el día de nuestro cumpleaños y pasar las vacaciones con nosotras, todo porque nos quieren mucho.
Cuando estas expectativas no se cumplen, las madres pueden amargarse con sus hijos o nueras, o incluso con sus propios hijos. ¡Pero espera! Si los amamos como Dios nos ama, los amaremos incondicionalmente (sin expectativas) y siempre. Querremos que sean fieles a su propia familia y, sobre todo, fieles a los mandamientos de Dios de que se vayan y se unan. Nunca podrán aferrarse a su cónyuge si nosotros aún nos aferramos a ellos.
Mamá, tú y yo debemos dejarlo ir. Podemos recordar con cariño los días en que nuestros hijos estaban en casa, pero cuando es hora de que se vayan, necesitamos amarlos lo suficiente no sólo para cortar las cuerdas del delantal, sino también para quitarles el delantal y permitirles que comiencen su propio hogar.
“Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Juan 3:1). Contemplar el amor de Dios es considerarlo; pensar en él, reflexionar sobre su maravilla y luego imitar ese tipo de amor hacia los demás. Para amar como ama nuestro Padre celestial, debemos:
Amar primero
“Le amamos porque Él nos amó primero” (Juan 4:19).
Amar mucho
“En esto conocemos el amor: en que El puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.” (1 Juan 3:16).
Amar incondicionalmente
“Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8-9).
Amar siempre
“Con amor eterno te he amado, por eso te he atraído con misericordia.” (Jeremías 31:3).
No creamos la mentira de que nuestros hijos nos deben algo, sino que busquemos amarlos con el rico y profundo amor de Dios: ¡amar primero, amar mucho, amar incondicionalmente y amar siempre!
Autora: Denisse Cunningham.
Categorías