MI HIJO ES EL MEJOR | MENTIRAS QUE LAS MAMÁS CREEN
“Debo mejorar la autoestima de mi hijo asegurándome de que crea que es el mejor en todo lo que hace.”
Los padres quieren que sus hijos tengan éxito; es sólo una parte de ser un padre bueno y cariñoso.
Queremos que sean completos, bien educados, hábiles y aceptados por sus compañeros. No hay nada malo en querer que nuestros hijos sobresalgan en la vida.
La vida es dura, y como buenos padres, es natural querer que nuestros hijos salgan adelante. ¿Qué clase de padre no animaría a su hijo a ser el ganador?
Cuando nuestros hijos eran más pequeños, pasábamos horas en los campos de fútbol, béisbol y fútbol americano, así como en la cancha de baloncesto. Gritamos y animamos a nuestros equipos: algunos eran realmente buenos, otros no tanto.
Pero después de años de participar en deportes, me di cuenta de una verdad importante: era tan bueno para mis hijos perder como lo era ganar.
¿Por qué? Porque necesitan aprender a tener éxito y a fracasar. No siempre son los mejores, y necesitan aprender a aceptar ese hecho y a perseverar a pesar de los obstáculos o de la debilidad personal.
Los padres deben ser animadores, no impulsores del ego. Deben esforzarse por ayudar a sus hijos a desarrollar una visión realista de sí mismos.
El Apóstol Pablo exhortó a los creyentes a pensar en “todo lo que es verdadero” (Filipenses 4:8). En Romanos 12:6-8, él describe la variedad de dones espirituales dados al cuerpo de Cristo. Curiosamente, en el versículo 3 introduce este pasaje sobre los dones con “Yo digo a cada uno de vosotros que no piense en sí mismo más de lo que debería pensar, sino que piense con juicio sobrio.”
En vista de estos pasajes, ¿no deberían los padres animar a sus hijos a pensar de manera realista sobre sus debilidades y sus fortalezas?
Estímulo y Adulación: ¿Cuál es la Diferencia?
Asegúrese de no confundir el aliento con la adulación.
La adulación puede definirse como “elogios poco sinceros o excesivos.” El ánimo se edifica: “Por tanto, alentaos los unos a los otros, y edificaos el uno al otro” (1 Tes 5: 11).
Pero la adulación puede arruinar a una persona: “la boca lisonjera causa ruina” (Proverbios 26:28).
La adulación puede disfrazarse de estímulo e incluso puede ofrecer confianza a un niño a corto plazo. Pero en realidad, la adulación es una trampa: “El hombre que adula a su prójimo tiende una red ante sus pasos” (Proverbios 29:5). El halago puede atrapar a las personas haciéndoles creer que son algo que no son y puede hacer que se sientan orgullosas, enojadas e incluso desesperadas.
Eventualmente, los niños crecen, y aquellos a quienes se les ha dicho que son los mejores en todo descubrirán rápidamente que se les ha mentido; en realidad no son “los mejores” en muchas cosas en absoluto. O bien, pueden seguir creyendo que son “los mejores” y están enojados porque los demás no reconocen lo buenos que son.
Los niños con una imagen inflada de sí mismos se enojarán porque la vida no los trata bien; pasan desapercibidos y no son apreciados. Pueden pasar por la vida con la certeza de que todo el mundo “les está haciendo mal.”
Entonces, ¿cómo pueden los padres asegurarse de animar, y no halagar, a sus hijos? Aquí hay cuatro maneras:
Sea Transparente
Deje que sus hijos sepan cómo luchó cuando era niño e incluso continúa luchando con el hecho de que en esta vida hay muchas personas que son más inteligentes, más fuertes y más exitosas que usted.
Advierta
Los niños necesitan saber que no siempre serán “los mejores,” y Dios lo ha planeado de esa manera. Pero cuando lo hacen bien, necesitan dar gracias al Dios que los dotó y ser cautelosos en cuanto a ser orgullosos. “Delante de la destrucción va el orgullo, y delante de la caída, la altivez de espíritu.” (Proverbios 16:18).
Instruya
Asegúrese de enseñar a sus hijos lo que realmente importa a los ojos de Dios. Ser “el mejor” en este mundo no es lo que importa. Guíe a su hijo a ocuparse en tener un corazón y una vida que le sirve en humildad y que se conforma a Jesús. De hecho, a veces Dios permite que la decepción nos enseñe que este mundo no es nuestro hogar. Lo mejor es vivir una vida que sea agradable a Dios. “…ambicionamos serle agradables” (2 Cor. 5:9).
Aliente
Los padres bien intencionados que halagan a sus hijos podrían estar saboteando sus propios esfuerzos para ayudarlos a tener éxito. Asegure a sus hijos que aunque no sean el mejor estudiante, atleta o líder natural, son los más amados por usted y, lo que es más importante, por el Dios del Cielo. “Con amor eterno te he amado” (Jeremías 31:3).
Afortunadamente, el amor de Dios no está condicionado al desempeño. Imitemos a nuestro Dios, “el Dios de la paciencia” (Romanos 15:5), inspirando a nuestros hijos a desarrollar una visión realista de sí mismos mientras hacen lo mejor que pueden en esta vida.
Autora: Gretchen Fant.
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