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RICO O POBRE ERES UN PECADOR

ricos o pobres

PRIMERO: Escogidos del Señor que eran adinerados en el Nuevo Testamento (Una lista breve y no exhaustiva):

– Zaqueo, el recaudador de impuestos (Ls. 19:10).
– José de Arimatea, quien proveyó la tumba para el cuerpo del Maestro (Mt. 27:56-61).
– Mujeres prominentes, que apoyaron financieramente a Cristo y sus apóstoles (Lc. 8:3; 23:55-24:10; Mr. 15:40; 16:1).
– Centurión romano, que exhibió más fe que todos en Israel (Lc. 7:5).
– Filemón, un propietario rico y dueño de siervos (una carta entera se escribe sobre él en la Biblia).
– José, llamado Bernabé, que vendió tierras y dio las ganancias a los creyentes (Hch. 4:36-37).
– Lidia, vendedora de ropas finas, fue la anfitriona de la primera iglesia en Europa y hospedó a Pablo y Silas (Hechos 16: 13-15, 40).
– Cornelio el centurión, generoso con los pobres y líder militar, buscó a Pedro con respecto a la fe y él y toda su casa se convirtió (Hechos 10:1-48).
– El tesorero etíope, funcionario de la reina Candace, el primer africano en convertirse a la fe (Hechos 8:26-40).
– Mujeres griegas de la nobleza, que se convirtieron en la ciudad greco-romana de Tesalónica (Hechos 17:4).

SEGUNDO: Escogidos del SEÑOR que eran adinerados en el Antiguo Testamento (de nuevo, lista breve y no exhaustiva):

– Abrahám, el padre de la fe (Gn. 13:2).
– Isaac, el hijo de la promesa (Gn. 26:12-13).
– Jacob, quien vendría a ser Israel, la nación escogido del SEÑOR (Gn. 30:43).
– José, el favorecido de DIOS y su padre Jacob (Gn. 39:2).
– Job, el siervo fiel que no blasfemó contra DIOS (Jb. 42:12-17)
– Salomón, el sabio rey (2 Cro. 9:13-28).
– David, el ungido de DIOS y a quién el SEÑOR le haría la promesa de darle a su simiente el trono eterno de Israel, hablando de Cristo (1 Cro. 29:28).
– Josafat, un de los pocos reyes buenos que DIOS mismo enriqueció (2 Cro. 17:5).
– Ezequías, otro buen rey temeroso de DIOS (2 Cro. 32:27).

TERCERO: Ahora veamos solo algunos de los muchos pasajes bíblicos que hablan de la riqueza de manera positiva:

– «Cuán bienaventurado es el hombre que teme al Señor, que mucho se deleita en sus mandamientos. Poderosa en la tierra será su descendencia; la generación de los rectos será bendita. Bienes y riquezas hay en su casa, y su justicia permanece para siempre» (Salmos 112:1-3).

– «Bienaventurado el hombre que halla sabiduría y el hombre que adquiere entendimiento … larga vida hay en su mano derecha, en su mano izquierda, riquezas y honra» (Proverbios 3:13, 16).

– «La fortuna obtenida con fraude disminuye, pero el que la recoge con trabajo la aumenta … El hombre bueno deja herencia a los hijos de sus hijos, pero la riqueza del pecador está reservada para el justo.» (Proverbios 13:11, 22).

– «Riquezas, honra y vida Son la remuneración de la humildad y del temor del SEÑOR» (Proverbios 22:4).

– «He aquí lo que yo he visto que es bueno y conveniente: comer, beber y gozarse uno de todo el trabajo en que se afana bajo el sol en los contados días de la vida que Dios le ha dado; porque esta es su recompensa. Igualmente, a todo hombre a quien Dios ha dado riquezas y bienes, lo ha capacitado también para comer de ellos, para recibir su recompensa y regocijarse en su trabajo: esto es don de Dios» (Eclesiastés 5:18-19).

** Bien, ahora que tenemos este contexto más amplio de las Sagradas Escrituras en referencia a la riqueza, podemos dialogar propiamente del pasaje que muchos usan para ennoblecer la pobreza y demonizar la riqueza:

«Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible” (S. Mateo 19:21-26).

Nótese varias cosas que nos demuestra este incidente:

1. Las buenas obras no salvan a nadie, ya que, según todos los estándares visibles, el joven rico era un fiel observante de la Ley. Pero ante DIOS, nadie es justificado por las obras de la Ley (Gálatas 2:16).

2. Difícilmente entrará un rico al cielo, pero, ¿qué tipo de rico? Sencillo: aquellos que ponen su confianza en las riquezas y aman más las cosas de esta tierra que la justicia del Reino de los Cielos (S Mateo 16:26). Y este es precisamente el punto principal de esta historia: Jesús no le hizo esta demanda a todo rico con el que Él se topó, solo lo vemos aquí. ¿Por qué? Porque el SEÑOR sabía que había en el corazón de este joven: amor al dinero. Y he aquí el gran mal: una obsesión tan extrema por el dinero y el poder, que la persona está dispuesta a perder su alma y el cielo con tal de ganarlo. Es a este tipo de “rico” al que Jesús se refiere; pero ciertamente no a todo rico, ya que, como hemos visto anteriormente, el cielo estará lleno de gente rica, que el SEÑOR mismo enriquece. Lo que me lleva al punto tres …

3. “Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible”. Y este es el versículo que muchos aduladores de la pobreza y partidarios del socialismo les gusta pasar por encima: el punto de la historia es precisamente que la obra de salvación y de regeneración es imposible para el hombre y su fuerza de voluntad (S. Lucas 13:23 y Romanos 9:16), por lo tanto, son muy pocos los que se salvan, sean estos pobres o ricos (S. Mateo 7:13, 14).

Sin embargo, la esperanza es que lo que es imposible para el hombre, es completamente posible para DIOS y Su poder. Este es el punto práctico de esta historia: no es una incriminación contra la riqueza per se, sino más bien un testimonio claro de que solo DIOS, por medio de Su gracia, puede cambiar los corazones de los hombres, que están viciados no solamente al dinero, pero a todo tipo de mal que surge de esta raíz (1 Timoteo 6:10).

4. Y por fin, no pasemos por alto la promesa que el mismo Señor le hace a sus discípulos en los siguientes versos: “Y Pedro dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Entonces Él les dijo: En verdad os digo: no hay nadie que haya dejado casa, o mujer, o hermanos, o padres o hijos por la causa del reino de Dios, que no reciba muchas veces más en este tiempo, y en el siglo venidero, la vida eterna” (S. Lucas 18:28-30).

Es decir, la promesa es riqueza. Así que, podemos deducir claramente que el mal no es la riqueza en sí, o que hombres y mujeres de DIOS enriquezcan; el mal siempre ha sido uno y uno solo … amar más la riqueza que al DIOS que da todas las cosas de manera abundante (1 Timoteo 6:17 y Efesios 3:20).

Y por último, asumir que las personas por el mero hecho de ser pobres son más “buenas” o automáticamente menos propensas al pecado, la avaricia y la codicia, bueno, francamente es no entender para nada la doctrina del pecado original, la antropología y la psicología humana y como el pecado domina a todos, sean estos ricos o pobres, fuertes o débiles, sabios o necios, y que solamente en Cristo, nuestra naturaleza caída es transformada según el poder del Espíritu que actúa en nosotros. No por obras o fuerza humanas, sino por absoluta gracia de DIOS (Ezequiel 36:26-27).

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos» (S. Mateo 5:3) … y sí, estos también pueden ser ricos, como Abraham, nuestro padre en la fe.

Autor: Joshua Enior Jiménez.